Error Doctrina: La Expiación Ilimitada de Erickson
Ensayo Crítico: La Expiación Ilimitada de Erickson: Un Caballo de Troya en la Teología Reformada
(Por un pastor calvinista de cinco puntos)
Permítanme pintar un cuadro con palabras. Imaginen un médico que, con buenas intenciones, receta un medicamento marcado como "antídoto universal". "Sirve para todos", dice. Pero cuando llega la peste, solo salva a algunos... mientras otros mueren con el frasco en la mano. ¿Fue realmente un antídoto? Así veo yo la expiación ilimitada de Erickson: una falsa panacea que promete redención para todos, pero deja a Dios como un farmacéutico celestial que despacha medicinas inútiles. Y esto, hermanos, no es el evangelio.
La Raíz del Error: Cuando la Buena Voluntad Traiciona la Verdad
Erickson escribe con convicción:
"Cristo murió por todos los seres humanos" (p. 837).
Suena piadoso, ¿no? Como un abrazo inclusivo. Pero cuando escarbamos, encontramos la grieta mortal: ¿Murió Cristo por Judas? Erickson diría sí. Pero Cristo mismo llama a Judas hijo de perdición" (Juan 17:12). Si su sangre cubrió a Judas, entonces Dios castigó dos veces el mismo pecado: en la cruz y en el infierno. ¡Eso sería injusticia divina! La Escritura es clara: Cristo amó a su iglesia (Efesios 5:25), no a la humanidad abstracta. Reducir la cruz a un "quizás te salves" es convertirla en un teatro cósmico.
El Dios de Erickson: Un Soberano con las Manos Atadas
En página 838, Erickson argumenta:
"Dios no puede ser coherente si [...] solo provee salvación para algunos".
Aquí yace su tragedia: fabrica un dilema falso. ¿Acaso el Dios de la Biblia —que endureció a Faraón (Éxodo 9:12) y eligió a Jacob sobre Esaú (Romanos 9:13)— necesita ser "coherente" con nuestros sentimentalismos? Erickson olvida que el amor de Dios no es un lago donde todos nadan, sino un río que fluye solo por su cauce elegido. Al decir que Cristo murió por los réprobos, pinta a un Dios que intenta salvar, pero no puede. ¡Ese no es mi Jehová! Mi Dios declara: "Mi propósito permanecerá, y haré todo lo que quiero" (Isaías 46:10). La expiación limitada no es crueldad; es la gloria de un Redentor que no derrama su sangre en vano.
El Engaño Pastoral: Ofrecer un Regalo Vacío
Erickson insiste (p. 840):
"La invitación '¡Ven a Cristo!' carece de base real si Él no murió por todos".
¡Falso! Esto confunde predicación con persuasión. Cuando Jonás gritó "¡En cuarenta días Nínive será destruida!", no añadió: "Pero si eres de los elegidos...". Simplemente anunció juicio. Y cuando Dios salvó a la ciudad, fue por su gracia soberana, no porque Jonás hubiera hecho una "oferta válida". Anunciar a Cristo no es vender seguros de salvación; es proclamar: "El Rey ha pagado el rescate de sus cautivos. Si huyes de tus cadenas, es porque Él ya rompió tus grilletes". La expiación limitada no frena el evangelio; lo hace auténtico. ¿Qué consuelo hay en decir a un condenado: "Cristo murió por ti, pero tú lo rechazaste"? ¡Ninguno! El verdadero consuelo es saber que si crees, Él ya te compró.
Conclusión: Un Calvinismo con Sabor a Azúcar
Erickson prepara un banquete teológico, pero le añade azúcar arminiana para hacerlo más dulce al paladar moderno. Lo llaman "calvinismo moderado"; yo lo llamo veneno en copa de oro. Su expiación ilimitada es un caballo de Troya: por fuera parece piedad ("¡Dios ama a todos!"), pero por dentro trae el caos: un Dios que no salva, un Cristo que no redime, y una cruz que no asegura.
Si seguimos a Erickson aquí, traicionamos la Reforma. Calvino no murió defendiendo una "redención quizás". Lutero no clavó sus tesis para proclamar "gracia condicional". La verdadera teología reformada es un león rugiente, no un gatito que ronronea para caer bien. Así que, hermanos, probad los espíritus. Que ningún erudito, por respetable que sea, nos haga diluir la sangre preciosa de Cristo en las aguas turbias del universalismo.

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