𝗘𝗹 𝗨́𝗹𝘁𝗶𝗺𝗼 𝗗𝗼𝗺𝗶𝗻𝗴𝗼 - 𝗧𝗵𝗼𝗺𝗮𝘀 𝗦𝗵𝗲𝗽𝗮𝗿𝗱
“𝗘𝗹 𝗨́𝗹𝘁𝗶𝗺𝗼 𝗗𝗼𝗺𝗶𝗻𝗴𝗼 𝗱𝗲 𝗧𝗵𝗼𝗺𝗮𝘀 𝗦𝗵𝗲𝗽𝗮𝗿𝗱”
𝗖𝗮𝗺𝗯𝗿𝗶𝗱𝗴𝗲, 𝗠𝗮𝘀𝘀𝗮𝗰𝗵𝘂𝘀𝗲𝘁𝘁𝘀, 𝟭𝟲𝟰𝟵.
2 Timoteo 4:7-8 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
Era domingo al amanecer. El cielo todavía estaba gris, y la brisa de primavera cargaba un aire solemne.
En la casa pastoral, el cuerpo de 𝗧𝗵𝗼𝗺𝗮𝘀 𝗦𝗵𝗲𝗽𝗮𝗿𝗱 estaba débil, pero su espíritu ardía como una antorcha. La fiebre lo había consumido durante semanas. Los médicos, amigos y familiares le suplicaban que descansara.
Pero él, con voz queda, respondió:
“𝗘𝗹 𝗹𝗲𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝘁𝗿𝗶𝗯𝘂 𝗱𝗲 𝗝𝘂𝗱𝗮́ 𝗲𝘀𝘁𝗮́ 𝗺𝗮́𝘀 𝗱𝗶𝗴𝗻𝗼 𝗱𝗲 𝘀𝗲𝗿 𝘀𝗲𝗿𝘃𝗶𝗱𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘆𝗼 𝗱𝗲 𝘀𝗲𝗿 𝘀𝗮𝗻𝗮𝗱𝗼. ¿𝗤𝘂𝗲́ 𝗲𝘀 𝗺𝗶 𝗱𝗲𝗯𝗶𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗮𝗿𝗮𝗱𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝘀𝘂 𝗴𝗹𝗼𝗿𝗶𝗮? 𝗘𝘀𝘁𝗲 𝗲𝘀 𝗲𝗹 𝗗𝗶́𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗦𝗲𝗻̃𝗼𝗿: 𝗱𝗲𝗯𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗽𝘂́𝗹𝗽𝗶𝘁𝗼.”
Lo ayudaron a vestirse. Su cuerpo temblaba, pero sus labios murmuraban salmos mientras caminaba hacia el templo de madera donde la congregación ya esperaba.
Aquella mañana, los fieles de Cambridge vieron a un pastor diferente. No era sólo un predicador, sino un hombre que estaba a punto de partir, hablando desde el umbral de la eternidad.
Se sujetó al púlpito con ambas manos. Sus ojos hundidos brillaban con la luz de otro mundo. Con voz trémula, comenzó:
“𝗔𝗺𝗮𝗱𝗼𝘀, 𝗲𝗹 𝘁𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼 𝗲𝘀 𝗰𝗼𝗿𝘁𝗼. 𝗬𝗮 𝗲𝘀𝗰𝘂𝗰𝗵𝗼 𝗹𝗮 𝘁𝗿𝗼𝗺𝗽𝗲𝘁𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗹𝗹𝗮𝗺𝗮 𝗮 𝗹𝗮 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗖𝗼𝗿𝗱𝗲𝗿𝗼. 𝗣𝗲𝗿𝗼 𝗮𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗶𝗿, 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗱𝗺𝗲 𝗱𝗲𝗰𝗶𝗿𝗼𝘀 𝗲𝘀𝘁𝗼: 𝗴𝘂𝗮𝗿𝗱𝗮𝗱 𝗲𝗹 𝗱𝗶́𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗦𝗲𝗻̃𝗼𝗿. 𝗗𝗮𝗱𝗹𝗲 𝗮𝗹 𝗦𝗲𝗻̃𝗼𝗿 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀 𝘀𝘂𝘆𝗼. 𝗡𝗼 𝗵𝗮𝘆 𝗰𝗼𝗿𝗼𝗻𝗮 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗰𝗶𝗲𝗹𝗼 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗹𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗱𝗲𝘀𝗽𝗿𝗲𝗰𝗶𝗮𝗻 𝗲𝗹 𝗰𝘂𝗹𝘁𝗼 𝘀𝗮𝗻𝘁𝗼.”
El silencio era absoluto. Algunos lloraban. Otros cerraban los ojos en oración.
Shepard continuó:
“𝗛𝗼𝘆 𝗽𝗿𝗲𝗱𝗶𝗰𝗼 𝗺𝗶 𝘂́𝗹𝘁𝗶𝗺𝗼 𝘀𝗲𝗿𝗺𝗼́𝗻. 𝗟𝗮 𝗽𝗿𝗼́𝘅𝗶𝗺𝗮 𝘃𝗲𝘇 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝘃𝗲𝗮́𝗶𝘀, 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿𝗲́ 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗱𝗲𝘀𝗰𝗮𝗻𝘀𝗮𝗻 𝗯𝗮𝗷𝗼 𝗲𝗹 𝗮𝗹𝘁𝗮𝗿, 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗹𝗮 𝗿𝗲𝘀𝘂𝗿𝗿𝗲𝗰𝗰𝗶𝗼́𝗻. 𝗣𝗲𝗿𝗼 𝘃𝗼𝘀𝗼𝘁𝗿𝗼𝘀, 𝘃𝗶𝘃𝗶𝗱 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗻𝗲𝘀 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗻 𝘃𝗲𝗿 𝗲𝗹 𝗿𝗼𝘀𝘁𝗿𝗼 𝗱𝗲 𝗖𝗿𝗶𝘀𝘁𝗼. 𝗡𝗼 𝘃𝗶𝘃𝗮́𝗶𝘀 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗮𝘀 𝘀𝗼𝗺𝗯𝗿𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗲 𝗺𝘂𝗻𝗱𝗼. 𝗩𝗶𝘃𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗹𝗮 𝗲𝘁𝗲𝗿𝗻𝗶𝗱𝗮𝗱.”
Cuando terminó, cayó exhausto. Lo bajaron del púlpito con cuidado. Algunos dijeron que sus labios seguían moviéndose, repitiendo fragmentos del Salmo 84:
“𝗨𝗻 𝗱𝗶́𝗮 𝗲𝗻 𝘁𝘂𝘀 𝗮𝘁𝗿𝗶𝗼𝘀 𝘃𝗮𝗹𝗲 𝗺𝗮́𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗶𝗹 𝗳𝘂𝗲𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗲𝗹𝗹𝗼𝘀.”
Días después, el fiel pastor Thomas Shepard partió al descanso eterno.
Los hermanos en Cambridge dijeron durante años:
“𝗘𝗹 𝗱𝗶́𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗦𝗲𝗻̃𝗼𝗿 𝗳𝘂𝗲 𝘀𝘂 𝘃𝗶𝗱𝗮, 𝘆 𝗲𝗹 𝗱𝗶́𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗦𝗲𝗻̃𝗼𝗿 𝗳𝘂𝗲 𝘀𝘂 𝗱𝗲𝘀𝗽𝗲𝗱𝗶𝗱𝗮.”
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𝗧𝗵𝗼𝗺𝗮𝘀 𝗦𝗵𝗲𝗽𝗮𝗿𝗱 (𝟭𝟲𝟬𝟱–𝟭𝟲𝟰𝟵) fue un destacado 𝗽𝗮𝘀𝘁𝗼𝗿 𝗽𝘂𝗿𝗶𝘁𝗮𝗻𝗼, 𝘁𝗲𝗼́𝗹𝗼𝗴𝗼 𝘆 𝗲𝘀𝗰𝗿𝗶𝘁𝗼𝗿, conocido por su celo pastoral, su predicación ferviente y su defensa de la piedad reformada en la Nueva Inglaterra colonial.
Defensores de la Doctrina Bíblica Reformada

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