Argumentos de los Padres de la Iglesia al favor de la Sola Escritura
Sola Escritura y los Padres de la Iglesia
Sabemos que las Escrituras son perfectas, que fueron habladas por la Palabra de Dios y Su Espíritu.
(San Ireneo, c. 120 - c. 203 D.C. Lib. II c. 47)
No hemos recibido de otros la disposición de nuestra salvación, sino de aquellos por quienes el Evangelio llegó a nosotros; el cual predicaron entonces, y luego, por la voluntad de Dios, nos lo transmitieron en las Escrituras, que son el pilar y fundamento de nuestra fe.
(San Ireneo, Lib. III. c. 1)
Que la tendencia de Hermógenes pruebe aquello que de antemano está escrito; o, si no está escrito, que tema la maldición proferida contra aquellos que se atreven a añadir o quitar.
(Tertuliano c. 160-240, adv. Hermog.)
Hermanos, hay un solo Dios, a quien no reconocemos de otra manera sino a partir de las Sagradas Escrituras. Pues así como aquel que profesa la sabiduría de este mundo no puede obtenerla de otra manera a menos que lea las doctrinas de los filósofos; así cualquiera que ejercite la piedad para con Dios, no puede aprenderla en ninguna otra parte sino en las Santas Escrituras.
(San Hipólito, c. 170-c.235, adv. Noetum, c. IX)
Ellos no han dudado en corromper la palabra de Dios; han tratado con desprecio el estándar de la fe primitiva; no han conocido a Cristo. En lugar de preguntar qué dice la Sagrada Escritura, someten a tensión todo nervio para encontrar una figura silogística para reforzar su impiedad. Si alguien les confronta con un texto de la Divina Escritura, lo examinan para ver si pueden convertirlo en una figura silogística conjuntiva o disyuntiva.
Ponen a un lado la sagrada palabra de Dios, y se dedican a la geometría - la medida de la tierra - porque pertenecen a la tierra y hablan desde la tierra, y no conocen a Aquel que viene de arriba. Algunos de ellos dedican todas sus energías al estudio de la geometría euclideana, y tratan a Aristóteles y Theophrastus con asombro reverente; para algunos de ellos Galeno es casi un objeto de adoración. Cuando la gente quiere sacarle provecho a las artes de los incrédulos para darle color a sus perspectivas heréticas, y con impía granujería corrompen la Fe simple de la Sagrada Escritura, es obvio que de ninguna manera están cerca de la Fe.
(Eusebio c. 260-c. 340, en La Historia de la Iglesia, Libro 5, citando a un anónimo
"hombre ortodoxo de iglesia" que escribió durante el tiempo de Zephyrinus, obispo de Roma 201-217 D.C.).
En los dos testamentos cada palabra que atañe a Dios puede ser buscada y discutida, y a partir de ellas se puede entender todo el conocimiento de las cosas. Y si queda algo que la Sagrada Escritura no determinan, no se debe recibir ninguna tercera escritura para autorizar algún conocimiento, sino que debemos "echar al fuego" lo que queda, es decir, reservárselo a Dios.
(Orígenes c. 185-c. 254, Hom. in Lev.)
Cuando llegué al distrito de Arsinoe, cuando como sabes se ha sostenido esta noción desde hace largo tiempo, allí donde habían ocurrido y separaciones de iglesias enteras, llamé a una reunión a los presbíteros y maestros de las congregaciones de las aldeas, con cualquier laico que quisiera asistir, y les exhorté a tratar de resolver el asunto en público. De modo que me trajeron este libro como prueba positiva e irrefutable, y me senté con ellos por tres días completos desde el amanecer hasta el anochecer, criticando su contenido punto por punto. En el proceso me quedé inmensamente impresionado por la sensatez esencial, la completa sinceridad, la comprensión lógica y la claridad mental mostrada por estas buenas personas, mientras tratábamos metódicamente y con buen ánimo las preguntas, objeciones y puntos de concordancia. Rehusamos aferrarnos con determinación testaruda a opiniones una vez abrazadas aún si se había probado que eran erróneas. No hubo evasión de dificultades sino que, hasta el límite de nuestras capacidades tratamos de lidiar con los problemas y resolverlos; ni estábamos demasiado orgullosos, en caso que empeorara algún argumento, para abandonar nuestra posición y admitir la derrota; de manera conciente, honesta y con una confianza simple en Dios aceptamos las conclusiones que se derivaban de las pruebas y enseñanzas de la Sagrada Escritura.
(Eusebio, en La Historia de la Iglesia, citando a Dionisio c. 200-c. 265, obispo de Alejandría).
Los escritos santos y divinamente inspirados son únicos y suficientes en sí mismos para dar a conocer la verdad.
(San Atanasio, 296-373, Orat. Contr. Gent. Tom. I)
Si deseas una nueva cita, si pretendes afirmar alguna otra cosa además de lo que está escrito, ¿por qué disputas con nosotros, quienes estamos resueltos a no escuchar nada, y a no decir nada, además de lo que está escrito?
(San Atanasio, De Incarn. Chr.)
Nunca encontrarás lo que las Escrituras no han declarado.
(San Atanasio, De S. Trin. Dial.)
Es una farsa hacer preguntas, o presentar discursos, sobre aquello que no está escrito.
(San Atanasio, Epist. Ad. Serap.)
Sólo en las Sagradas Escrituras se anuncia la instrucción de la religión - a las cuales ningún hombre puede añadir, ni ningún hombre puede disminuir - que son suficientes en sí mismas para la articulación de la verdad.
(San Atanasio, adv. Gentes init.)
Estas son las fuentes de la salvación, para que el que beba pueda ser satisfecho con los oráculos contenidos en ellas. Sólo en estas está contenida la doctrina de la salvación. Que ningún hombre les añada, o quite de ellas.
(San Atanasio, Ex Festali Epistola XXXIX. Tom. II)
Simplemente no me crean, a menos que reciban la prueba de que lo que digo, lo digo a partir de la Sagrada Escritura.
(San Cirilo de Jerusalén, Catech. 348 D.C.)
Guarda únicamente aquella fe que la Iglesia te está dando ahora y que está certificada a partir de toda la Escritura.
(San Cirilo de Jerusalén, Catech.)
Con respecto a los santos y divinos misterios de la fe, aún la observación más casual no debiese expresarse sin el apoyo de las sagradas Escrituras.
(San Cirilo de Jerusalén, Catech. IV. 12)
Evidentemente es un alejamiento de la fe, y una prueba de gran presunción, descuidar parte alguna de lo que está escrito, o introducir cualquier cosa que no esté escrita.
(San Basilio c. 329-379, obispo de Cesarea, de Vera Fide)
Cree lo que está escrito; y no busques descubrir lo que no esté escrito.
(San Basilio, Homil. De Trin.)
¡¿Cómo podemos usar aquellas cosas, que no encontramos en las Escrituras?!
(San Ambrosio, c. 339-397, Offic. Lib. 1, c. 23)
Cuando recibimos dinero, no nos confiamos en aquellos que nos lo dan; queremos contarlo por nosotros mismos; y cuando hay una pregunta de las cosas divinas, ¿no sería una locura precipitada y ciega recibir las opiniones de otros, cuando tenemos una norma por la cual podemos examinarlo todo? Quiero decir, la ley Divina. Es por esta razón que os conjuro a todos, sin confiar en el más mínimo grado en el juicio de otros, a consultar las Escrituras.
(San Juan Crisóstomo c. 347-407, Homil. xiii, en 2 Cor.)
Es por ignorancia de la Escritura que surgen todas nuestras maldades; de allí la plaga de tantas herejías, de allí nuestras vidas descuidadas, nuestras labores infructuosas... Erran quienes no ponen su mirada en los brillantes rayos de las divinas Escrituras, porque caminan en tinieblas.
(San Juan Crisóstomo, Homilías sobre Romanos)
No busquéis otro maestro; tenéis los oráculos de Dios; nadie os enseña como estos.
(San Juan Crisóstomo, Homil. IX en la Ep. a los Colosenses)
Cuando veáis la malvada herejía, que es el ejército del Anticristo, ubicada en los santos lugares de la iglesia, entonces que aquellos que estén en Judea se dirijan a las montañas, es decir, aquellos que son cristianos deben dirigirse a las Escrituras. Pues la verdadera Judea es la Cristiandad, y las montañas son las Escrituras de los profetas y apóstoles, y está escrito: "Sus fundamentos están en el monte santo." ¿Pero por qué debiesen todos los cristianos en este tiempo dirigirse a las Escrituras? Porque en este período en que la herejía ha tomado posesión de las iglesias no puede haber ninguna prueba del verdadero Cristianismo ni ningún otro refugio para los Cristianos que desean conocer la verdad de la fe excepto las divinas Escrituras. Anteriormente mostramos de muchas maneras cuál es la iglesia de Cristo, y qué es el paganismo. Pero ahora, para aquellos que desean saber cuál es la verdadera iglesia de Cristo no hay manera de conocerla excepto únicamente por medio de las Escrituras. ¿Por qué? Porque la herejía tiene todo así como la iglesia. ¿Cómo, entonces, podrá alguien que desee saber cuál es la verdadera iglesia de Cristo conocerla en medio de esta gran confusión como resultado de esta semejanza, excepto sólo a través de la Escritura? Por lo tanto, el Señor, sabiendo que habría tal confusión de cosas en los últimos días, ordena que los Cristianos... quienes deseen obtener firmeza en la verdadera fe, se refugien en las Escrituras y en ninguna otra cosa. De otra manera, si ponen su mirada en otras cosas, se ofenderán y perecerán, porque no sabrán cuál es la verdadera iglesia, y como resultado caerán en la abominación de desolación que se levanta en los lugares santos de la iglesia.
(Tradicionalmente atribuido a San Juan Crisóstomo, glossa ordinaria 49va Homilia, sobre Mateo 24)
No negamos aquellas cosas que están escritas, pero sí rehusamos aquellas que no están escritas. Creemos que Dios fue nacido de una Virgen, porque lo leemos; que María se casó después de haberle dado a luz, no lo creemos, porque no lo leemos.
(San Jerónimo, c. 347 - c. 420, adv. Helvidium juxta finem, Tom. IV, Part II)
En aquellas cosas, que son llanamente establecidas en la Escritura, se encuentran todas las cosas que abrazan la fe y las costumbres morales.
(San Agustín, De Doctrina Christiana 427 D.C., Lib. II, c. 9)
El canon de las Escrituras es perfecto, y en sí mismo es suficiente a plenitud, y más, para todas las demandas.
(San Vicente de Lérins, Adversus profanes ómnium novitates haereticorum commonitorium, 434 d.C.)
La fuente del error es aquella cuando los hombres se ven obstaculizados por alguna oscuridad para conocer la verdad, y corren no a los profetas, o a los apóstoles, o a los evangelistas, sino a ellos mismos.
(San Leo, Ep. xxviii a Flaviano, 13 de junio, 449)
No me traigáis razonamientos y silogismos humanos, pues confío únicamente en la divina Escritura.
(Teodoreto de Cyrus, c. 393-466, Dial. I. Atrept.)
Todas las cosas que nos son entregadas por la Ley, los Profetas, los Apóstoles y los Evangelistas, son las que recibimos, reconocemos y reverenciamos, sin buscar nada más allá de éstas.
(Juan de Damasco, c. 675 – c. 749, Lib. I. De Orthodox. Fide, c. 1)
La mayoría de las citas anteriores se encuentran en Una Exposición de los Treinta y Nueve Artículos por Harold Browne, segunda edición, Londres, John W. Parker and Son West Strand, 1854; o El Espíritu Santo y la Iglesia por Charles Gore, New York, Charles Scribner’s Sons, 1924.
Compilado por Joel Herndon
Traducción de Donald Herrera Terán
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