Un Ortodoxo griego le grita al Papa Francisco del Roma y lo llama “El Anticristo, Papa Hereje”.

Un Católico Ortodoxo del Grecia le grita al Papa Francisco del Roma y lo llama “El Anticristo, Papa Hereje”. 



La frase del hombre del Dios del siglo pasado y las confesiones reformada da la razón al ortodoxo griego sobre el Papa del Roma, no solo el papa del Roma sino también hacer referencia a los falsos apóstoles del evangelio de la prosperidad puede ser “El Anticristo del hoy.”


1- Textos Bíblicos
2 - Historia de la Iglesia sobre el Papado del Roma 
3 - Frases de los  Hombres de Dios sobre este tema del Anticristo
4 - Confesiones y Credos reformados


1- Textos Bíblicos

Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. 2 Tesalonicenses 2:3-4
  
Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. Apocalipsis 13:11-14

Con lisonjas seducirá a los violadores del pacto; mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará.  Y los sabios del pueblo instruirán a muchos; y por algunos días caerán a espada y a fuego, en cautividad y despojo.  Y en su caída serán ayudados de pequeño socorro; y muchos se juntarán a ellos con lisonjas.  También algunos de los sabios caerán para ser depurados y limpiados y emblanquecidos, hasta el tiempo determinado; porque aun para esto hay plazo. Y el rey hará su voluntad, y se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios; y contra el Dios de los dioses hablará maravillas, y prosperará, hasta que sea consumada la ira; porque lo determinado se cumplirá.  Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor de las mujeres; ni respetará a dios alguno, porque sobre todo se engrandecerá. Mas honrará en su lugar al dios de las fortalezas, dios que sus padres no conocieron; lo honrará con oro y plata, con piedras preciosas y con cosas de gran precio. Con un dios ajeno se hará de las fortalezas más inexpugnables, y colmará de honores a los que le reconozcan, y por precio repartirá la tierra. Daniel 11:32-39

2 - Historia de la Iglesia sobre el Papado del Roma - Justo Gonzalez

El primer Papa no fue Pedro sino fue León I fue el verdadero primer Papa en el Siglo 4 después de la caída del imperio romano occidental. 

El término “papa”, que hoy se emplea en el Occidente para referirse exclusivamente al obispo de Roma, no siempre tuvo ese sentido. La palabra en sí no quiere decir sino “papá”, y es por tanto un término de cariño y respeto. En época antigua, se le aplicaba a cualquier obispo distinguido, sin importar para nada si era o no obispo de Roma. Así, por ejemplo, hay documentos antiguos que se refieren al “papa Cipriano” de Cartago, o al “papa Atanasio” de Alejandría. Además, mientras en el Occidente el término por fin se reservó exclusivamente para el obispo de Roma, en varias partes de la iglesia oriental continuó utilizándose con más liberalidad. 

En todo caso, la cuestión más importante no es el origen del término mismo, “papa”, sino el modo en que el papa de Roma llegó a gozar de la autoridad que tuvo durante la Edad Media, y que tiene todavía en la Iglesia Católica Romana. 

Los orígenes del episcopado romano se pierden en la penumbra de la historia. La mayor parte de los historiadores, tanto católicos como protestantes, concuerda en que Pedro estuvo en Roma, y que probablemente murió en esa ciudad durante la persecución de Nerón. Pero no hay documento antiguo alguno que diga que Pedro transfirió su autoridad apostólica a sus sucesores.

Además, las listas antiguas que nombran a los primeros obispos de Roma no concuerdan. Mientras algunas dicen que Clemente sucedió directamente a Pedro, otras dicen que fue el tercer obispo después de la muerte del apóstol. Esto es tanto más notable por cuanto en los casos de otras iglesias sí tenemos listas relativamente fidedignas. Esto a su vez ha llevado a algunos historiadores a conjeturar que quizá al principio no había en Roma un episcopado “monárquico” (es decir, un solo obispo), sino más bien un episcopado colegiado en el que varios obispos o presbíteros conjuntamente dirigían la vida de la iglesia. Sea cual fuera el caso, el hecho es que durante todo el período que va de la persecución de Nerón en el año 64 hasta la Primera Epístola de Clemente en el 96 lo que sabemos del episcopado romano es poco o nada. Si desde los orígenes de la iglesia el papado hubiera sido tan importante como pretenden algunos, habría dejado más rastros durante toda esa segunda mitad del siglo primero.

Durante los primeros siglos de la historia de la iglesia, el centro numérico del cristianismo estuvo en el Oriente, y por tanto los obispos de ciudades tales como Antioquía y Alejandría tenían mucha más importancia que el obispo de Roma. Y aun en el Occidente de habla latina, la dirección teológica y espiritual del cristianismo no estuvo en Roma, sino en el África latina, que produjo a Tertuliano, Cipriano y San Agustín.

Esta situación comenzó a cambiar cuando el Imperio aceptó la fe cristiana. Puesto que Roma era, al menos nominalmente, la capital del Imperio, la iglesia y el obispo de esa ciudad pronto lograron gran relieve. En todo el Imperio, la iglesia comenzó a organizarse siguiendo los patrones trazados por el estado, y las ciudades que tenían jurisdicción política sobre una región pronto tuvieron también jurisdicción eclesiástica. A la postre la iglesia quedó dividida en cinco patriarcados, a saber, los de Jerusalén, Antioquía, Alejandría, Constantinopla y Roma. La existencia misma del patriarcado de Constantinopla, una ciudad que ni siquiera existía como tal en tiempos apostólicos, muestra que esta estructura respondía a realidades políticas más bien que a orígenes apostólicos. Y el carácter casi exclusivamente simbólico del patriarcado de Jerusalén, que podía reclamar para sí aún más autoridad apostólica que la propia Roma, muestra el mismo hecho.

Cuando los bárbaros invadieron el Imperio, la iglesia de Occidente comenzó a seguir un curso muy distinto de la de Oriente. En el Oriente, el Imperio siguió existiendo, y los patriarcas continuaron supeditados a él. El caso de Juan Crisóstomo, que vimos en la sección anterior, se repitió frecuentemente en la iglesia oriental. En el Occidente, mientras tanto, el Imperio desapareció, y la iglesia vino a ser el guardián de lo que quedaba de la vieja civilización. Por tanto, el patriarca de Roma, el papa, llegó a tener gran prestigio y autoridad.

LEÓN EL GRANDE

Esto puede verse en el caso de León I “el Grande”, de quien se ha dicho que fue verdaderamente el primer “papa” en el sentido corriente del término. En el próximo capítulo trataremos acerca de su intervención en las controversias cristológicas que dividieron al Oriente durante su tiempo. Al estudiar esas controversias, y la participación de León, dos cosas resultan claras. La primera es que su autoridad no es aceptada por las partes en conflicto por el sólo hecho de ser él obispo de Roma. Mientras los vientos políticos soplaron en dirección contraria, León pudo hacer poco para imponer su doctrina al resto de la iglesia (particularmente en el Oriente).

Y cuando por fin su doctrina fue aceptada, esto no fue porque proviniera del papa, sino porque coincidía con la del partido que a la postre logró la victoria. La segunda cosa que ha de notarse es que, aunque León no pudo hacer valer su autoridad de un modo automático, esa autoridad aumentó por el hecho de haber sido utilizada en pro de la ortodoxia y la moderación. Luego, las controversias cristológicas, a la vez que nos muestran que el papa no tenía jurisdicción universal, nos muestran también cómo su autoridad fue aumentando.

Pero mientras en el Oriente se dudaba de su autoridad, en Roma y sus cercanías esa autoridad se extendía aun fuera de los asuntos tradicionalmente religiosos. En el año 452 los hunos, al mando de Atila, invadieron a Italia y tomaron y saquearon la ciudad de Aquilea. Tras esa victoria, el camino hacia Roma les quedaba abierto, pues no había en toda Italia ejército alguno capaz de cortarles el paso hacia la vieja capital. El emperador de Occidente era un personaje débil y carente de recursos, y el Oriente había indicado que no ofrecería socorro alguno. En tales circunstancias, León partió de Roma y se dirigió al campamento de Atila, donde se entrevistó con el jefe bárbaro a quien todos tenían por “el azote de Dios”. No se sabe qué le dijo León a Atila. La leyenda cuenta que, al acercarse el Papa, aparecieron junto a él San Pedro y San Pablo, amenazando a Atila con una espada. En todo caso, el hecho es que, tras su entrevista con León, Atila abandonó su propósito de atacar a Roma, y marchó con sus ejércitos hacia el norte, donde murió poco después.

León ocupaba todavía el trono episcopal de Roma cuando, en el año 455, los vándalos tomaron la ciudad. En esa ocasión, el Papa no pudo salvar la ciudad de manos de sus enemigos. Pero al menos fue él quien negoció con Genserico, el jefe vándalo, y logró que se dieran órdenes contra el incendio y el asesinato. Aunque la destrucción causada por los vándalos fue grande, pudo haber sido mucho mayor de no haber intervenido León. 

Lo que todo esto nos da a entender es que, en una época en que Italia y buena parte de la Europa occidental se hallaban sumidas en el caos, el papado vino a llenar el vacío, ofreciendo cierta medida de estabilidad. Esta fue la principal razón por la que los papas de la Edad Media llegaron a tener un poder que nunca tuvieron los patriarcas de Constantinopla, Antioquía o Alejandría.

Empero León no basaba su propia autoridad sólo en consideraciones de orden político. Para él, la autoridad del obispo de Roma sobre todo el resto de la Iglesia era parte del plan de Dios. En efecto, Jesucristo le había dado las llaves del Reino a San Pedro, y la Providencia divina había llevado al viejo pescador a la capital del Imperio. Pedro era la piedra sobre la cual Jesucristo había prometido edificar su iglesia, y por tanto quien pretendiera construir sobre otro cimiento no podría construir sino una casa sobre la arena. Fue a Pedro a quien el Señor le dijo repetidamente: “Apacienta mis ovejas”. Y todo esto que las Escrituras nos dicen acerca del jefe de los apóstoles es también cierto acerca de sus sucesores, los obispos de Roma. Por tanto, la autoridad del papa no se debe sencillamente a que Roma sea la antigua capital del Imperio, ni a que no haya ahora en todo el Occidente quien pueda dirigir los destinos de la sociedad, sino que es parte del plan de Dios, y ha de subsistir por siempre, pues las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Como vemos, en León encontramos ya los principales argumentos que a través de los siglos se aducirían en pro de la autoridad papal. Justo Gonzalez

3 - Frases de los Hombres de Dios sobre este tema del Anticristo




Digo con seguridad por lo tanto, que quienquiera que se llama Obispo Universal, o hasta desea en su orgullo ser llamado tal, es el precursor de Anticristo. Gregorio el Grande.

Como, por lo tanto, salieron de la Iglesia muchos herejes, a quienes Juan llama anticristos, en ese momento antes del fin, y a los que Juan llama la última vez, así que al final saldrán quienes no pertenecen a Cristo, sino a ese último anticristo, y luego será revelado (Ciudad de Dios Libro 20, Capitulo 19). San Agustín de Hipona.

Y no sólo por lo que hemos dicho, sino también por lo que sucederá bajo el poder del Anticristo, se prueba que el diablo, siendo apóstata y ladrón, quiere ser adorado como Dios; y se quiere proclamar rey, siendo un siervo. Porque él, recibiendo todo el poder del diablo, vendrá no como rey justo o legítimo sujeto a Dios, sino como impío, injusto y sin ley, como apóstata, inicuo y homicida, como un ladrón que recapitulará en sí la apostasía del diablo. Derrocará a los ídolos para persuadirnos de que él mismo es Dios, poniéndose a sí mismo como el único ídolo, resumiendo en sí los distintos errores de los ídolos, a fin de que, aquellos que adoran al diablo mediante muchas maldades, lo sirvan a él en su único ídolo." (...) "Esto es lo que el Anticristo hará cuando reine: trasladará su reino a Jerusalén y se asentará en el templo de Dios, seduciendo a aquellos que lo adoran como a Cristo (Ireneo de Lyon en su obra Contra las herejías).  Ireneo de Lyon

Cristo es un león, por lo que el Anticristo es también un león; Cristo es un rey, por lo que el Anticristo es también un rey. El Salvador se manifestó como un cordero; así que él también, de igual manera, aparecerá como un cordero, aunque dentro de él es un lobo. El Salvador vino al mundo en la circuncisión, y vendrá de la misma manera. El Señor envió apóstoles entre todas las naciones, y él de la misma manera enviará falsos apóstoles. El Salvador reunió a las ovejas que fueron esparcidos, y de igual manera reunirá a un pueblo que estaba disperso. El Señor le dio un sello a los que creen en él, y él le dará a uno semejante manera. El Salvador apareció en forma de hombre, y él también vendrá en la forma de un hombre. El Salvador levantó y mostró su santa carne como un templo, y él levantará un templo de piedra en Jerusalén (Hipólito de Roma en su Tratado de Cristo y el Anticristo). Hipólito de Roma

El demonio ya no reina en uno, pero en dos sacerdotes para que los hombres puedan más fácilmente vencer ambos en el nombre de Cristo. Ahora es el Anticristo dividido, y uno lucha contra el otro.  John Wycliff comentando sobre la división de los papas en el gran cisma de 1378-1415.

Me siento ya más libre en mi corazón; pues sé finalmente que el Papa es el Anticristo, y que su silla es la de Satanás. Martín Lutero

El pontificado romano, con todo su orden y reino, es el mismo Anticristo. Felipe Melanchthon

Luego vino el Papa a este verso, Mateo 15, ‘Eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi congregación’ o Iglesia.  ‘Miren’, dice el Anticristo, la bestia carnal, ‘Pedro es la piedra sobre cual la Iglesia de Cristo es edificado; y yo soy su sucesor y la cabeza de la Iglesia de Cristo’» (William Tyndale en su obra La Práctica de los Prelados). William Tyndale

Niego que él es el vicario de Cristo…él es el Anticristo-niego que él es la Cabeza de la iglesia. (Tratados de Juan Calvino, volumen 1, pps 219, 220). Juan Calvino

Daniel y san Pablo predijeron que el Anticristo se sentaría en el templo de Dios (Daniel 9:27; 2 Tes. 2:4), y nosotros decimos que el Papa es el capitán general de este reino maldito…Paréceles a algunos que somos amigos de maldecir y muy atrevidos al llamar Anticristo al romano pontífice… (Juan Calvino en Las Instituciones de la Religión Cristiana, Libro 4, cap. 2, sección 25 y Libro 4 cap. 7, sección 25 y en muchas otras secciones de mismo libro). Juan Calvino

Aquella tiranía que el Papa mismo ha tenido por tantos años ejercitado sobre la iglesia, el mismo Anticristo e hijo de perdición, de quien Pablo habla. (Juan Knox en Las Cartas de Zurich, p. 199). Juan Knox

Esto sigue que Roma es el asiento del Anticristo, y el Papa de ser el mero Anticristo mismo. Yo podría demostrar el mismo por muchas otras escrituras, viejos escritores, y motivos fuertes. Thomas Cramner en Sus Obras vol. 1.

El nombre de "El Anticristo" pertenece [al Papa] preeminentemente [...] porque él es un rival de Cristo y su adversario, cuando se jacta de ser el cónyuge, la cabeza y el fundamento de la iglesia, dotada de plenitud de poder; y, sin embargo, se profesa ser el vicegerente de Cristo y desempeñar sus funciones en la tierra, en aras de su propia ventaja privada, pero para el daño manifiesto de la iglesia de Cristo. Jacobo Arminios.

El Papa es en el sentido más categórico, el hombre de pecado, porque él representa toda forma de pecado sin medida.  Juan Wesley.

4 - Confesiones y Credos reformados

Confesión de Fe de los Valdenses de Año de Nuestro Señor  1120 

«9. Creemos también, que, después de esta vida, existen sólo dos lugares – uno para los que son salvos, el otro para los condenados, los cuales llamamos paraíso e infierno, negando por completo el purgatorio imaginario del Anticristo, inventado en oposición a la verdad.

11. Nos mantenemos en contra de todas las invenciones humanas, como procedentes del Anticristo, las cuales producen angustia y que son perjudiciales para la libertad de la mente. (Se alude probablemente a las penitencias y prácticas ascéticas).»

Noten que la doctrina del purgatorio es del papado, cual palabra sustituyan con «Anticristo».

Tampoco puede el Papa de Roma ser, en ningún sentido, su cabeza, sino ese anticristo, ese hombre de pecado e hijo de perdición, que se exalta a sí mismo en la iglesia contra Cristo, y todo lo que se llama Dios; a quien el Señor destruirá con el resplandor de su venida.  (Confesión Bautista de Londres de 1689, Capítulo 26, Párrafo 4)

No hay otra Cabeza de la Iglesia sino el Señor Jesucristo; ni el Papa de Roma puede en ningún sentido ser la cabeza del mismo; pero es ese anticristo, ese hombre de pecado e hijo de Perdición, que se exalta a sí mismo en la Iglesia contra Cristo, y todo lo que se llama Dios, a quien el Señor destruirá con el resplandor de su venida. (Declaración de Saboya 26.4)

Desaprobamos por esta razón la doctrina del clero romano, que de su papa romano hace un pastor universal y la cabeza dirigente, e incluso vicario de Cristo en la Iglesia universal militante, añadiendo que el papa dispone de la plenitud del poder y de la suprema soberanía en la Iglesia. Lo que nosotros enseñamos es que Cristo es el Señor y queda como único pastor supremo del mundo. Como Sumo Sacerdote cumple él ante Dios, el Padre, y en la Iglesia cualquier ministerio sacerdotal y pastoral hasta el final de los tiempos. (Segunda Confesión Helvética  1561, art. 17)

No hay más cabeza de la iglesia que el Señor Jesucristo; y no puede en ningún sentido el Papa de Roma ser cabeza de ella; ya que es aquel Anticristo, aquel hombre de pecado e hijo de perdición que se exalta en la iglesia contra Cristo y contra todo lo que se llama Dios. (Confesión de fe de Westminster 1648, Capitulo 25:6)





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