J. C. Ryle - Parte 2: No eres muy joven para meditar en la muerte

 No eres muy joven para meditar en la muerte (Parte 2) – J. C. Ryle


Por: J. C. Ryle

Joven, tu tiempo es corto. Tus días son pocos —una sombra, un vapor, un cuento que pronto se acaba. Tu cuerpo no es de bronce. «Los muchachos —dice Isaías— se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen» (Isaías 40:30).

Puedes perder la salud en un instante: solo basta una caída, una fiebre, una inflamación, un vaso sanguíneo roto para que los gusanos se alimenten de ti. No hay más que un paso entre ti y la muerte.

Esta noche quizás tu alma sea requerida de ti. Eres rápido en el camino de este mundo, y rápidamente te irás. Toda tu vida es una incertidumbre, pero tu muerte y el juicio sí son seguros. Tú también tendrás que oír la trompeta del Arcángel, y presentarte ante el gran trono blanco, tú también obedecerás a la
orden, que Jerónimo decía siempre timbraba en sus oídos: «Levantaos muertos, y venid al juicio». «Seguramente vengo aprisa», es la declaración del Juez mismo.

Por eso, no me atrevo a dejar de exhortarte, ni puedo dejar de hacerlo. ¡Oh, que tomaras a pecho las palabras del Predicador!: «Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios» (Eclesiastés 11:9).

¡Es increíble que ante tal perspectiva alguien pudiera descuidar este asunto y despreocuparse de él! Ciertamente que no hay peor loco que el que se conforma con vivir sin prepararse para la muerte. Ciertamente que la  incredulidad del hombre es lo más sorprendente en este mundo. La profecía más clara en la Biblia comienza bien con estas palabras: «¿Quién ha creído a nuestro anuncio?» (Isaías 53:1). Bien dice el Señor Jesús: «Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra?» (Lucas 18:8).

Joven, me temo que esta sea la declaración de muchos como tú ante el tribunal celestial: «Ellos no creen». Y me temo que tengas que dejar apresuradamente este mundo, y despertarte para descubrir demasiado tarde, que la muerte y el juicio son una realidad. Me temo todo esto, y por lo tanto te exhorto.



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